Una hoja más madura

Otoño. Octubre. Mi tiempo más esperado, con una situación temida. Mi salud ha vuelto a fallarme, a cojear —que humor más tonto sigo llevando conmigo—.

 

Pero, no sé exactamente por qué, estoy feliz. Siento que saboreo mejor los momentos que me dedico al disfrute. Me paro a experimentar de las pequeñas cosas del día a día. Quizá mi mente, agotada ya de los últimos y complicados años, rehuye aún demasiado de los libros académicos, pero me siento satisfecha. Aún con mis dos rodillas ya sumisas ante el movimiento, siento un peso cálido y placentero en mi pecho.

 

Llevo, manejo muy bien la situación. Me imaginaba a finales de septiembre hundida. Ya sé lo que es las obligaciones de pagar, aunque sea en menor medida que otra gente de mi edad. Pero estoy tranquila en la mayoría de los momentos. Paciente. Incluso con una pequeña sonrisa a ratos.

 

¿Esto es madurar? ¿Una paciencia tan bien llevada? ¿Ya soy una hoja madura, otoñal?


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