Entradas

Aprendiendo

Hay una parte que odio no me gusta de mí, y es mi facilidad para caer en el negativismo, en como no solo me hundo sino que me facilito con tanta facilidad caer en lo más hondo. Es una mala costumbre, un terrible hábito. Tengo la fortuna de tener gente a mi alrededor que me agarra, me saca de ese tortuoso camino. Pero querría aprender a controlar mis pensamientos y emociones, aconsejarme a mí misma con la misma elocuencia y perspectiva que tengo cuando procuro ayudar a las personas de mi alrededor. Procuraré seguir creciendo.

El reflejo del espejo

   Cuanto más avanza la sociedad, menos empatía hay con el prójimo. El ser humano ama mirar su propio reflejo en el espejo, sin prestar atención a su alrededor y lo que sus actos pueden ocasionar. Aprendamos a ponernos en el lugar de quien está a nuestro lado, midamos nuestras palabras y acciones, hagamos un maldito mundo mejor antes de que todo se vaya a la mismísima mierda. Pero no va a ser así.    Importo yo, yo y solamente yo. Todo lo demás es secundario.    Y así van las cosas.

Etapa cerrada

Hoy, 14 de octubre de 2021, mi psicóloga me ha dado el alta. Aún recuerdo cuando fui al psiquiatra en el 2010, siendo aún menor de edad, y me mandaron a un psicólogo con urgencia junto a unos antidepresivos y otras pastillas para la ansiedad. Es muy fuerte para mí pensar que he pasado un tercio (¡e incluso un poco más!) de mi vida batallando día tras día contra la depresión, con el hecho de vivir una vida normal. Ser capaz de tener una rutina al principio era impensable para mí: deje el instituto, ni siquiera me saqué la ESO de aquella. Sólo me quedó una amiga que, dos años después, desapareció de mi vida. Internet tiene muchas cosas malas, pero gracias a él en esa época oscura conseguí ver pequeñas luces: muchas de ellas se apagaron pero a día de hoy algunas siguen a mi lado y soy muy, muy afortunada. Han sido once duros años. Unos mejores, otros peores. Épocas que no parecía lo que sufría y otras que me rompía cualquier cosa externa y especialmente yo misma. He tragado demasiada toxi

Una hoja más madura

Otoño. Octubre. Mi tiempo más esperado, con una situación temida. Mi salud ha vuelto a fallarme, a cojear —que humor más tonto sigo llevando conmigo—.   Pero, no sé exactamente por qué, estoy feliz. Siento que saboreo mejor los momentos que me dedico al disfrute. Me paro a experimentar de las pequeñas cosas del día a día. Quizá mi mente, agotada ya de los últimos y complicados años, rehuye aún demasiado de los libros académicos, pero me siento satisfecha. Aún con mis dos rodillas ya sumisas ante el movimiento, siento un peso cálido y placentero en mi pecho.   Llevo, manejo muy bien la situación. Me imaginaba a finales de septiembre hundida. Ya sé lo que es las obligaciones de pagar, aunque sea en menor medida que otra gente de mi edad. Pero estoy tranquila en la mayoría de los momentos. Paciente. Incluso con una pequeña sonrisa a ratos.   ¿Esto es madurar? ¿Una paciencia tan bien llevada? ¿Ya soy una hoja madura, otoñal?

Divagando

Estoy en ese momento, en ese lugar en el cual quiero hacer del mundo un lugar un poquito mejor, de sacar una versión "óptima" de mí: comprender nuestra sociedad, entender al ser humano. Pero qué estupido resulta pensar estas cosas cuando sigo rota por dentro, primero tengo que entenderme a mí misma y encontrarme de una manera más... preferible a como me encuentro. Porque aún me siento como una extraña cuando me miro al espejo. Esa vecina con la cual te cruzas todos los días y apenas recuerdas sus rasgos. Con suerte si no soy aquella que te cae mal. ¿Es estas ganas de mejorar mi alrededor u ayudar a otros una manera encubierta de hacerme sentir mejor? Posiblemente todo se reduzca a ese deseo egoísta, una manera bella de huír del origen del problema. Y admito que ya no soy, ni por asomo, tan altruista como hace unos años.    ¿Entonces, qué me ocurre?   Divago todos los días.   Siempre el mismo resultado.   Nada.

Hastío acumulado

Cuanto tiempo ya sintiéndome cansada, cada día pesa más. Me desequilibra más. Mis rodillas tiemblan más.    Todas las mañanas me levanto pensándo que ese día será el último que soporte, aunque burlonamente siempre llega otro nuevo.  Y otro. Y otro. Y otro.   Rutina y obligaciones inmisericordes, nunca fui una favorita ante ellas. Fatigada me hallo entre estudios, trabajos desapacibles y un futuro incierto.    Qué mal sabor de boca.    Qué cansada me siento.

De una estudiante con depresión

Pocas personas valoran el esfuerzo de los estudiantes, menos aún de aquellos con depresión: " Es lo que tienes que hacer ", " no es para tanto ",  " peor es trabajar ". He probado ambas cosas, y no considero que ninguna sea digna de desvalorizar, y menos aún teniendo un trastorno mental. Pero estudiar con depresión... admito que, en mi caso, se me hace aún más cuesta arriba que trabajar. La gestión del estrés, esos bajones al ver tu minúscula productividad, sentir que el mundo y tu alrededor sigue avanzando y avanzando mientras tú sólo tienes ganas de tirarte por la ventana más próxima. Mirar el calendario y ver como los fatídicos días se aproximan...  Menos ayuda la presión social, ya cargas con suficientes problemas como para que tengas que lidiar con distracciones teniendo una productividad baja, sintiendo que nunca echas suficientes horas por ese maldito déficit de atención y pensamientos intrusivos. Prefiero no añadir el doble golpe si sientes que nad